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La espondilitis anquilosante es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta a las articulaciones, especialmente a las sacroilíacas y la columna vertebral, aunque también puede afectar a otras articulaciones periféricas.

Los primeros síntomas de espondilitis anquilosante consisten en dolor y sensación de rigidez lumbar, o dolor en nalgas y cara posterior de los muslos, y en un principio estos dolores pueden simular una ciática.

Es mucho más frecuente en varones, pero está aumentando la incidencia en mujeres, y afecta por igual a personas de todas las razas. Su importancia fundamental viene dada por la limitación funcional, y por tanto, en la calidad de vida del individuo que la padece, ocasionando además costes sanitarios elevados por la atención médica que precisan. Hasta en el 20% de los casos puede suponer la invalidez permanente, debido a que es una causa de dolor lumbar crónico en adultos jóvenes.

Se desconocen las causas exactas de la espondilitis anquilosante, aunque parece ser que está muy relacionada con el antígeno HLA-B27, una proteína que se encuentra en la superficie de los glóbulos blancos. Hasta un 90% de los pacientes con espondilitis anquilosante poseen dicha proteína en sangre.

Con el paso de los años el paciente con espondilitis anquilosante va adquiriendo una postura característica (denominada ‘flecha de Forestier’) con la parte inferior de la columna recta, y la parte superior acentuada hacia delante. Las articulaciones pueden llegar a quedarse rígidas y sin movilidad, es decir, que se anquilosan en una posición específica.

Actualmente no existe ningún tratamiento que cure por completo la espondilitis anquilosante. El objetivo es mejorar la calidad de vida del paciente empleando fármacos y técnicas de rehabilitación para reducir la inflamación de las articulaciones, evitar que la columna se anquilose, mejorar la movilidad y suprimir el dolor.

Se recomienda el deporte aeróbico adaptado a cada individuo y evitar deportes de riesgo o cuyo contacto físico pueda suponer traumatismos. El reposo está contraindicado debido a la propensión de esta enfermedad a producir anquilosis articular. En los casos en los que el diagnóstico correcto llega demasiado tarde, el reposo absoluto en cama puede degenerar en una rigidez casi irreversible.

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